martes, 20 de noviembre de 2012
Qué fácil fue empezar a quererte, y qué imposible sería dejar de hacerlo...
Y sientes la
imperiosa necesidad de estar junto a él cada minuto del día. Le echas de menos
incluso antes de que se vaya. Y sabes que rodeada por su perfume, nada puede
salir mal. Te pones nerviosa al verle, y te alegras al escucharle. Sabes que no
hay nada mejor en el mundo que uno de sus abrazos (y de sus besos ya no te digo nada). Eres la chica más afortunada
del mundo por tenerle a él, pero sabes que no puedes pedir algo eterno a un simple
mortal, y eso te asusta. Es algo muy complicado y fácil a la vez. Y te
enamoras de cada sonrisa, de cada tontería, de las caras que te pone, de sus
miradas, de su forma de caminar, de sus gestos, de sus manías, de sus detalles.
De la manera tan peculiar que tiene de quererte. Y pides al destino, que nunca jamás se vaya de tu vida, y le agradeces por habértelo puesto en tu camino. Y entonces
te das cuenta de que todo ha cambiado. Y ríes, y lloras. Sientes tanta felicidad como miedo. Sabes que es él,
y nadie más.
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